Agua, piedra y robles son sin lugar a dudas las grandes protagonistas de esta bonita ruta que transcurre por Terras de Pontevedra en Cerdedo-Cotobade. Por un lado el omnipresente río Seixo, con los sonidos de sus aguas en rápidos, saltos y cascadas. Por otro el granito, la piedra identitaria de Galicia, en forma de grandes bolos de piedra sobre el cauce, y de incontables muros y molinos que nos acompañarán en nuestro pequeño viaje hacia el lugar de Cavadosa. Y finalmente los robles, otra muestra paisajística con el más puro ADN gallego…, robles que en otoño pierden sus hojas y alfombran los suelos con hermosos tonos marrones, el resto, todo “pintado” de verde, verde musgo que cubre troncos y muros, verde liquen, verde hierba… esta es la “foto” que resume esta ruta. Todo ello dentro de un Lugar de Importancia Comunitaria, el LIC Serra do Cando.
Empezaremos nuestra caminata justo al lado de la playa fluvial de Cerdedo, un lugar en el que no resultará difícil estacionar nuestro vehículo y que a la vuelta, si coincide la ruta con los meses de más calor, nos puede ofrecer la recompensa de un baño refrescante…
Desde aquí nos dirigiremos hasta el lugar de Cavenca, una pequeña aldea a escasos 500 metros que encontraremos siguiendo la carretera y tomando la dirección de la izquierda en su primera intersección. En este lugar se conjugan antiguas casas abandonadas y semiderruidas con otras recientemente restauradas, siempre manteniendo la fidelidad al granito. Desde el mismo corazón del pueblo, y antes de llegar a la capilla de San Salvador (S. XVI), subiremos una pequeña rampa que nos dará acceso a bosque de robles a través de un gran portalón de madera. A su lado veremos un viejo molino para el que antaño tuvieron que idear un inteligente sistema de canalización que le proveyese de agua (a estas alturas, el tramo más cercano del río se encuentra a más de 100 metros de distancia y a un desnivel inferior de más de 20 metros!), un canal o “levada” que nos acompañará durante varios cientos de metros hasta confluir con el río Seixo.
El camino alterna tramos de tierra con otros empedrados sobre los que no es difícil intuir las “huellas” ocasionados por el trasiego de carros de antaño. Durante este tramo, un tradicional muro hecho a base de piedras de granito de diferentes tamaños y cubierto de musgo verde flanquea el camino por su lado izquierdo. Los rápidos que dibuja el río nos permiten escuchar sus aguas como un acompañante más de ruta.
A medida que avanzamos en nuestro camino van apareciendo los restos de antiguos molinos estratégicamente situados junto a las orillas del río. Poco a poco el sendero se ha ido acercando al mismo hasta discurrir hasta a misma altura. Desde aquí parte la levada que en su tiempo alimentó al molino que vimos al salir de Cavenca. En este lugar la corriente se suaviza y apenas escuchamos un murmullo del agua del Seixo, y la hermosa y densa robleda contribuye a crear un agradable ambiente de cuento.
Tras dejar atrás esta primera concentración de molinos, y pasado el primer quilómetro y medio de ruta, el camino presenta un tramo con una marcada pendiente ascendente. Las ruinas de antiguos molinos se van sucediendo a lo largo del cauce del río. Llegado un momento encontraremos un otro portalón de madera que deberemos a travesar para, acto seguido, cruzar por un pequeño puente a la otra orilla del río.
Los molinos siguen apareciendo a ambas orillas del cauce, lo que nos habla de la importancia que tuvo este río a nivel económico en tiempos pasados. A unos dos quilómetros del puente que cruzamos anteriormente llegamos hasta el Pozo Sangriento, una caída de agua de más de dos metros que forma una especie de piscina natural de forma prácticamente circular y a la que accederemos a través de un pequeño desvío señalado en el camino. Desde el propio sendero y unos metros más para adelante, un pequeño mirador nos permite también contemplarlo desde la altura.
Seguimos caminando en altura y de forma paralela al río, los sonoros rápidos se siguen sucediendo a lo largo de todo el cauce. A poca distancia de un nuevo molino que se cruza en nuestro camino vemos un antiguo puente de piedra en desuso y cubierto de musgo que no atravesaremos.
Siguiendo el camino, unos metros más adelante dejaremos atrás definitivamente el río Seixo hasta toparnos con la carretera asfaltada a las puertas ya de Cavadosa. Justo en el centro del pueblo una señal nos indica la dirección a seguir para acceder a la cascada que se forma poco después de que confluyan las aguas de los regatos del Castro y de Porto dos Bois. El lugar se encuentra a poco más de 300 metros de la carretera y se accede por un camino de acusada pendiente. Vale la pena visitarla, extremando eso sí el cuidado y manteniendo la distancia oportuna sobre todo en las estaciones más lluviosas.
Volviendo a Cavadosa por el mismo camino, además de ver los molinos que se encuentran entre el pueblo y la cascada, vale la pena también acercarse hasta el puente. Desde allí podremos disfrutar también de la bravura de estas aguas gracias a sendas cascadas que se forman en esta parte más baja.
Cavadosa marca el punto final de la ruta, para retornar al punto de partida dispondremos de dos opciones, o volver por donde vinimos (tramo 1), o hacerlo atravesando las faldas del monte Seixo (tramo 2).
Si optamos por esta segunda opción, a la entrada mismo del pueblo una señal nos indica que debemos de seguir por la carretera. A unos 300 metros cogeremos un desvío a mano derecha que nos permitirá seguir nuestro camino tras un nuevo portalón de madera. Iniciaremos el camino de ascenso hacia las faldas del monte Seixo, es la parte más dura de este camino de vuelta, con pendientes acusadas durante los primeros cientos de metros. Durante el ascenso atravesaremos un portalón metálico y a poca distancia ya, tras dejar atrás una pequeña cascada, por fin la pendiente se hace más suave. El paisaje nada tiene que ver con lo que vimos en el tramo del río. En este camino por la falda de la montaña disfrutaremos por el lado izquierdo con espectaculares vistas panorámicas, mientras que por nuestra derecha se irán sucediendo, varias cascadas a medida que los diferentes regatos se cruzan o atraviesan el camino.
Pocos metros antes de llegar a un moderno depósito de agua cogeremos un desvío a mano izquierda para descender a través de un antiguo camino a través de un eucaliptal, un paisaje mudará completamente al encontrarnos de repente dentro de una hermosa robleda salpicada por ejemplares de distintas edades y tamaños.
Atravesamos la aldea de Meilide, donde se encuentra la pequeña capilla de la Virgen de Loreto (S. XVIII). Siguiendo las indicaciones de la ruta llegamos hasta una intersección de caminos en la que se ubica un antiguo predio que perteneció a los antepasados del gran erudito benedictino Frey Martín Sarmiento.
Descendiendo entre muros por el camino empedrado que lleva hacia el río llegaremos a un puente, lo cruzaremos y tomaremos la dirección a la derecha para seguir el camino que nos devolverá a Cavenca. Desde allí retornaremos a la piscina fluvial de Cerdedo donde iniciamos esta ruta tan completa.
“Bonus track”
A escasos 600 metros de la piscina fluvial de Cerdedo se encuentra un bonito conjunto arquitectónico de obligada visita.
La Capilla de San Antón y el puente medieval con forma de lomo de mula, ambos del siglo XVIII (probablemente reedificado este último sobre otro más antiguo de época romana) y un tramo de una bella calzada romana que se conserva en bastante buen estado en este mismo lugar y que sirve de conexión entre ambos elementos arquitectónicos (tres si contamos el también el cruceiro que se encuentra justo delante de la capilla).
- UTM: 29 T 549867 4708890
- GEOGRÁFICAS: 42° 21′ 50″/ -8° 23′ 34″